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La pornografía es lenguaje masivo que inunda los sentidos. Es exceso contra lo establecido y de alguna manera rebelión contra las censuras. Es desborde de la imagen, dominio de lo genital en donde quien ve, es seducido/seducida por lo obsceno pero también por lo prohibido. La imagen del sexo masculino y femenino se vuelve juego que repite e insiste en lo real del sexo.

 

Pornografía es un producto de consumo masivo orientado a la estimulación sexual de quien lo recibe, según una lectura tradicional. Según otra lectura, la pornografía es el arte erótico de los pobres “y como los pobres son pobres materialmente, pero también de espíritu, la pornografía apela siempre a una imaginería ramplona y monótona, (…) Flavia Puppo, Licenciada en letras de la Universidad de Buenos Aires, Licenciada en lingüística de la Universidad de Barcelona, Máster en estética y teoría de las artes de la Universidad Autónoma de Madrid, en Mercado de Deseos escribe:  “Del mismo modo que la televisión ofrece imágenes pobres para un público concebido como uniformemente pobre, al menos en lo que se refiere a sus cualidades intelectuales, la pornografía (cuyo desarrollo, no hay que olvidarlo es paralelo al de los géneros televisivos) ofrece imágenes pobres para un público libidinalmente pobre.”

 

Según el checo Ian Mukarovsky, solamente el predominio de la función estética asegura la pertenencia de los objetos o los fenómenos al dominio estético que denominamos erotismo.  Y Milan Chlumsky, en Estheticite, erotisme et pornografie, en la Revue d’Esthétique, París 1978 escribe:  “ Este predominio jamás es estable; puede cambiar de valor, confundirse con la norma estética existente y ya no ser percibido como dominante: otras funciones (prácticas o instrumentales) pueden entonces prevalecer, y el objeto o el fenómeno pierde provisoriamente su función estética. (...) El principio de placer descansa sobre esos cambios ambiguos en los que el sentido y la significación son insuficientes e inacabados.

En sus inicios, la palabra pornografía se refería a las descripciones de las acciones que las prostitutas realizaban en su trabajo.


La Academia define a la pornografía como “el carácter obsceno de las obras literarias o artísticas”.

 

Es decir, todo lo que ofenda al pudor y que se represente artísticamente.

 

En tiempos prehistóricos se plasmaban estatuillas con caracteres sexuales exagerados como los de las Venus paleolíticas con enormes nalgas y tetas, y los falos descomunales, símbolos para rogar a los dioses por la fertilidad de las tierras. En la India hay templos hinduistas construidos hace más de 2.500 años con decorados en relieve o esculturas que muestran parejas en el momento de la cópula, y en China se han descubierto dibujos y grabados con representaciones en pleno acto sexual.

 

En las ruinas de la ciudad de Pompeya, en el sur de Italia, sepultada por una erupción en 79 d. C., se observan numerosas escenas de sexo en las ruinas de lo que fue el burdel de la ciudad.

 

El surgimiento de la peste del cristianismo convirtió a las manifestaciones gráficas de sexualidad en un tabú que renació a finales del siglo XV con los maestros renacentistas que pusieron a Santa Teresa de Ávila en éxtasis orgásmico.

 

La pornografía contemporánea surgió con la aparición de la fotografía que plasmó en daguerrotipos los cuerpos desnudos y las piruetas coitales.

 

En los Estados Unidos, la llamada revolución sexual de los años sesenta liberó los espíritus, y los directores de cine comenzaron a explotar los cuerpos desnudos y las gargantas profundas.

 

Con la difusión masiva del video entró el porno en los hogares y los “pervertidos” ya no tenían que entrar camuflados en los cines X.

 

Ilona Staller, La Cicciolina, se enamoró de un artista muy cotizado quien decía que su esposa era la mejor artista del mundo pues en lugar de trabajar con pinceles, grafitos y carboncillos trabajaba con sus genitales.

 

Las escenas de sexo no explicitas fueron bautizadas como “porno suave” que no muestra los primeros planos de los genitales de forma explícita ni las penetraciones de los umbrales húmedos, las felaciones y los cunnilingus.

 

La pornografía convencional se conoce como “porno mediano” donde los modelos exhiben sus encantos en posturas provocativas.

 

Las famosas revistas Playboy o Penthouse son los ejemplos más conocidos de este tipo de pornografía. El género pornográfico más extremo es conocido como “porno duro” que muestra los actos sexuales vaginales, anales y orales con todas sus ayudas. Abraza en su seno el sadismo, el sadomasoquismo, la zoofilia y la necrofilia.

 

La pornografía infantil está prohibida en todos los países lo mismo que los actos violentos con animales. En algunos países islámicos y en China todo tipo de pornografía es ilegal. Sin embargo las redes subterráneas ofrecen a los turistas el más variado menú de perversiones y desviaciones acolitado por los medios propagandísticos.

 

El escritor Salman Rushdie condenado a muerte por el salvajismo musulmán considera la pornografía como indicador de la libertad de expresión.

 

Una corriente actual de pensamiento considera a la pornografía como una nueva forma de arte, que tiene por objeto mostrar la belleza de la sexualidad humana.

 

La crítica a la pornografía proviene de los conservadores y religiosos hipócritas y pedófilos, de algunos sectores feministas representado por brujas terribles que no las desea ni el marido.

 

Hoy los muchachos aceptan hablar de sus hábitos de ver pornografía y la buscan en internet.

 

Casi todos los varones miran videos pornográficos sin afectar las relaciones con sus amantes ni sus comportamientos sexuales.

 

La mejor opinión que he escuchado sobre la diferencia entre el erotismo y la pornografía, es la del maestro Augusto Rendón Sierra quien le dijo a Farmíneda de las Pléyades: “Erotismo es cuando el papá de uno le hace el amor a la mamá de uno y pornografía cuando el papá de uno se va donde las putas. Las puticas que exalta el poeta mexicano Jaime Sabines con gran sinceridad y ternura en el poema Canonicemos a las putas que dice así.

 

Santoral del sábado: Bety, Lola, Margot, vírgenes perpetuas, reconstruidas, mártires provisorias llenas de gracia, manantiales de generosidad.

Das el placer, oh puta redentora del mundo, y nada pides a cambio sino unas monedas miserables. No exiges ser amada, respetada, atendida, ni imitas a las esposas con los lloriqueos, las reconvenciones y los celos.

No obligas a nadie a la despedida ni a la reconciliación; no chupas la sangre ni el tiempo; eres limpia de culpa; recibes en tu seno a los pecadores, escuchas las palabras y los sueños, sonríes y besas. Eres paciente, experta, atribulada, sabia, sin rencor.

No engañas a nadie, eres honesta, íntegra, perfecta; anticipas tu precio, te enseñas; no discriminas a los viejos, a los criminales, a los tontos, a los de otro color; soportas las agresiones del orgullo, as asechanzas de los enfermos; alivias a los impotentes, estimulas a los tímidos, complaces a los hartos, encuentras la fórmula de los desencantados.

Eres la confidente del borracho, el refugio del perseguido, el lecho del que no tiene reposo.

Has educado tu boca y tus manos, tus músculos y tu piel, tus vísceras y tu alma.

Sabes vestir y desvestirte, acostarte, moverte. Eres precisa en el ritmo, exacta en el gemido, dócil a las maneras del amor.

Eres la libertad y el equilibrio; no sujetas ni detienes a nadie; no sometes a los recuerdos ni a la espera. Eres pura presencia, fluidez, perpetuidad.

En el lugar en que oficias a la verdad y a la belleza de la vida, ya sea el burdel elegante, la casa discreta o el camastro de la pobreza, eres lo mismo que una lámpara y un vaso de agua y un pan.

Oh puta amiga, amante, amada, recodo de este día de siempre, te reconozco, te canonizo a un lado de los hipócritas y los perversos, te doy todo mi dinero, te corono con hojas de yerba y me dispongo a aprender de ti todo el tiempo.

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